No es ningún secreto que las mujeres cada están más y más descontentas con la situación actual que representa ser, precisamente, “amas de casa”. Cada vez es más raro encontrar a esas mujeres que no se quejen de que sus parejas no les ayudan en casa, de que tiene mucho que hacer y, lo que está más extendido: que deberían recibir un sueldo por todo lo que hacen día a día en casa.
Hoy, le damos voz a esas mujeres que, hartas de trabajar, no reciben el sueldo que merecen por ello.
La historia de las amas de casa
Basta con echar un vistazo al pasado para darnos cuenta de algo que se repite desde el inicio de la humanidad, sea en la época de la historia en la que sea: las mujeres, desde siempre, se han encargado de las labores de casa y de cuidar a sus hijos y padres. No hay discusión posible al respecto.
En la prehistoria, los hombres eran los que iban de caza en grupo mientras las mujeres se quedaban en las cuevas cuidando de los hijos, haciendo la ropa, preparando la comida, o lo que tocase hacer ese día de hoy. De hecho, si compruebas las pinturas rupestres, vas a comprobar que, en todas ellas, el grupo de personas que iba de caza estaba, en efecto, 100% compuesto por hombres.
Si avanzamos por la humanidad, vemos que el patrón se repite. En la Edad Antigua, por ejemplo, era completamente impensable que la mujer trabajase, estudiase o se dedicase a otra cosa que no fuese a su hombre. Porque este trabajaba el campo, servía en el ejército, se encargaba de fabricar artesanalmente las cosas necesarias para venderlas en el mercado, tales como vasijas, zapatos, o a lo que fuese que el hombre se dedicase. Era totalmente impensable que una mujer hiciese otra cosa que no fuese quedarse en casa, limpiar, preparar a los niños, cuidar a la madre… vivía única y exclusivamente para trabajar dentro de casa.
En la Edad Media la cosa se mantuvo exactamente igual. Los soldados iban a combatir para proteger las ciudades, los campesinos araban las tierras, los artesanos trabajaban… y las mujeres cuidaban la casa, velaban por su esposo y mantenían la casa. Porque aquí las mujeres tampoco tenían permitido hacer otra cosa que no fuese esto. No podían estudiar, no podían trabajar, no podían leer… Vivían para eso, nada más. Y, por supuesto, tampoco podían quedarse… porque la mujer, hasta ahora, tampoco ha tenido muchos derechos (por no decir ninguno).
Cuando entramos en la Edad Moderna, la mujer pasa, además de ser la que cuida la casa, a su esposo y a sus hijos, ha de ser la figura femenina, guapa y decente que reciba a los invitados en casa, la que haga que todo esté perfecto las veinticuatro horas del día… la que, en definitiva, haga todo por y para la casa, el marido y los hijos. Aquí la mujer seguía sin tener derechos, seguía siendo un cero a la izquierda que no podía quejarse y que, por supuesto, no percibía ninguna contribución por su esfuerzo. Era lo que tenía que hacer, y se acabó.
Cuando entramos en el inicio de la Edad Contemporánea, el papel de la mujer siguió siendo el mismo: alguien que debía guardar silencio, no hablar de temas que no comprendía, cuidar la casa y a su familia, no estudiar, no trabajar… Ser, en definitiva, lo que la sociedad había predispuesto para ella, como bien has podido comprender, hasta hace realmente poco…
… porque no ha sido hasta hace, realmente, unas cuantas décadas, que la mujer ha empezado a tener voz y voto en su vida, obteniendo, por primera vez en su historia, una serie de derechos con los que jamás había contado. Es ahora cuando la mujer puede decidir estudiar, cuando puede decidir trabajar, cuando puede decidir, si no quiere, no hacer las cosas que ha de hacer en su casa. Porque, por primera vez desde que el mundo es mundo… la mujer tiene plena libertad sobre su vida y sobre sus elecciones, algo por lo que han muerto muchísimas mujeres.
Aun así, ese trabajo sigue viéndose de mujeres
Que un hombre haga las labores de la casa es (y debería ser) lo más normal del mundo: compartir ciertas actividades porque, la verdad sea dicha, ambos viven en la casa. Pero estoy segura de que alguna vez has escuchado a esos dos amigos hablar sobre este tema. Y estoy segura de que has escuchado alguna que otra vez: “¿Que tú limpias en casa? Pero si eso es cosa de mujeres…”.
Sin ir más lejos, yo he sido víctima de ese asentamiento social que nos han inculcado a todos desde hace generaciones. Cuando era pequeña (ocho años, a lo sumo), mi hermano (de once años) me despertaba con patadas en la espinilla para que limpiase su cuarto, porque él tenía que irse con los amigos. Nadie se cuestionaba si aquello era normal, nadie se cuestionaba por qué no limpiaba él su dormitorio. Simplemente, se había asumido que yo, por ser la hermana mujer, tenía que encargarme de ello.
Y te aseguro que no seré la única a la que le ha pasado esto.
Si miras estas estadísticas aplastantes, te darás cuenta de que esto está muy, muy extendido y aceptado por todas las personas. Que un estudio estadístico diga, y cito textualmente, “El 93% de los profesionales de limpieza y el 68% de quienes contratan estos servicios son mujeres”, aclara muchísimo el tipo de pensamiento que tenemos hoy día sobre este tema.
Pero permíteme irme un momento al extremo opuesto: también soy Técnico Superior de Educación Infantil (hago de todo), y he sido testigo de cómo la propia mujer es excluyente con los hombres según qué tipo de servicios. En un ciclo donde el 98% de los alumnos son mujeres, y donde estas mismas le preguntan a los dos alumnos de una única clase de 30 mujeres si se ven capacitados para trabajar en una guardería… dice mucho también del pensamiento de las mujeres sobre estos temas.
¿Acaso no somos nosotros mismas las que, cuando buscamos una persona que nos limpie la casa o nos cuide a los hijos, automáticamente pensamos en una mujer? ¿Quienes miramos con recelo a un hombre que se persona para hacer una entrevista de este tipo? Si hablo de un extremo, también he de hablar del otro.
En definitiva: tú mismo has podido comprobar cómo la humanidad, a lo largo de los años, ha automatizado la labor femenina como algo hogareño… pero también puedes ser testigo de cómo las mujeres son poco receptivas al hecho de que un hombre cuide de su hijo o limpie nuestras casas. Creo que hay que ser un poco más abiertos de mente y comprender que es algo que cualquiera puede hacer, que no es una labor totalmente femenina… y donde el hombre es bien recibido en ella.
Debería estar pagada, opina la mayoría de las mujeres amas de casa
Nuestras amigas del sector, Servicio Doméstico Sant Pau, nos recuerdan que dedicarse a una casa es una labor como cualquier otra y, de igual modo que un hombre electricista cobra por arreglar una lámpara (aunque sea un trabajo de cinco minutos), una mujer que se dedique a ello en su casa ha de percibir lo digno por sus esfuerzos.
El País Vasco ha reunido a siete hombres que trabajan en lo que diríamos “trabajos de mujeres”, o trabajos que siempre han sido de mujeres, para dar su opinión al respecto. Puedes leerlo para darte cuenta de cómo de equivocado está el mundo con este tipo de situaciones que habría que erradicar.
Pero habría también que darse cuenta de algo: la labor hogareña es algo que nunca termina. No importa que barras, que friegues, o que dobles la ropa un lunes: el martes vas a tener que hacer el mismo o más trabajo que el día anterior. Todas las mujeres que tengan casa lo saben, saben lo duro que es trabajar en casa, mantenerla limpia, ordenada… sobre todo cuando, a la media hora, vuelve a estar como si no hubieses hecho absolutamente nada en ella. Es agotador, tanto física como mentalmente, y siendo un matrimonio, ambos deberían de hacer su parte, aunque el otro trabaje. SI trabaja haría menos… pero haría, que es lo importante en realidad.
Cada vez son más personas las que optan por contratar servicio del hogar
Como ya hemos dicho, encargarse de una casa es un trabajo agotador… y nos quita gran cantidad de tiempo a las personas que nos dedicamos exclusivamente a ello. El tiempo personal para los hobbies, los amigos, la introspección… es esencial en cualquier ser humano, y debería ser respetado. Cosa que, cuando eres ama de casa, es difícil de conseguir, porque pasas horas y horas dedicándote a la casa.
Por ello, algo que cada vez está más de moda es contratar unA limpiadorA (nótese la “A” para recalcar), que se encargue de limpiar nuestros hogares. Porque, así, nos podemos dedicar tiempo a nosotros mismos.
No lo descartes, es algo que puede ayudarte muchísimo.