Di adiós a los potenciadores del sabor

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08Nunca he sido una persona demasiado  saludable y no lo digo como una virtud, sino más bien como una carencia. En casa, de pequeña, se comía bastante mal porque siempre habían dulces y bollería así que me acostumbré a llevarme al cole de almuerzo esas cosas, e incluso a merendarlas también, por lo que las comidas o las cenas eran para mí un calvario ya que no tenía hambre y como niña pequeña que era pues prefería el chocolate que la verdura que tocase. Para colmo, siempre he estado delgada por lo que no llamaba la atención mi alimentación a no ser que conocieses mi situación en profundidad.

Con el tiempo esa alimentación ha ido mejorando pero sigo teniendo cierta debilidad por los dulces. Hay quien dice que eso es normal, que todos tenemos esa debilidad por el chocolate o el azúcar y es posible que sea cierto pero creo, firmemente, que quien no ha tenido esa dependencia siendo niño ahora tampoco tiene la misma necesidad de recurrir a esos dulces. Tal vez me equivoque pero esa es la impresión que tengo.

Ahora soy “real fooder”

Hoy por hoy intento comer de forma mucho más sana pero, sobre todo, evito los ultraprocesados. Hemos llegado a un punto en nuestra sociedad en la que nos hemos acomodado a las bolsas de comida, los alimentos empaquetados y cualquier cosa que vendan en el supermercado que capte nuestra atención pero eso no es “comida real”.

La “comida real” o “real food” es toda la verdura que crece en nuestros campos, es la fruta, es la carne, son los pescados, las especias, etc. Luego hay productos procesados, que facilitan nuestra vida, y que están muy bien. Por ejemplo, algunas marcas venden tomate frito con los mismos ingredientes que usarías tú en casa: tomate, aceite de oliva, cebolla… y poco más. Ese producto, aunque sea un procesado porque se ha cocinado o tratado antes de vendértelo a ti, es un producto saludable. ¿Y qué es lo que no es saludable? Pues el tomate frito que está repleto de azúcar, acidulzante, emulsionantes y un montón de ingredientes más que jamás usaríamos en casa para freír un poco de tomate.

Al final, esos productos ultra procesados llenos de ingredientes que ni conocemos lo único que hacen es daño a nuestro organismo. Es posible que no nos envenenen tan drásticamente cómo lo haría un mata-ratas pero poco a poco nuestros sistema se acaba resintiendo.

Pasarse a la comida real y olvidar los ultraprocesados es complicado porque hablamos de olvidar que existen los bollos y dulces que no se han elaborado en casa, las patatas fritas de bolsa e incluso el pan de molde, ese que llamamos Pan Bimbo por la marca de referencia. Es complejo empezar a mirar las etiquetas y empezar a descartar todo aquello que tiene de media más de 5 ingredientes, o cuyo principal ingrediente no es el que debería ser. Siguiendo el mismo ejemplo, en el tomate frito el primer ingrediente que debería aparecer en el etiquetado es “Tomate” pero si en lugar de ese ingrediente aparece “azúcar” es que no es un buen producto.

Yo ahora leo todo, absolutamente todo lo que compro y me informo, sobre todo ahora que velo también por la salud de mi hija, y de vez en cuando sigo teniendo esa necesidad de alargar la mano y comprar de los estantes algo dulce, muy dulce, y si lleva chocolate mucho mejor. Es una especie de necesidad adictiva que no puedo evitar, así que golpeo mi mano mentalmente para no alargarla y comprar lo que no debo.

El problema es que tampoco tengo demasiado tiempo en casa para elaborar bizcochos caseros o galletas así que cuando descubrí los dulces veganos, o dulces elaborados con cultivo ecológico, vi el cielo abierto.

Son muy pocas las panaderías que tienen realmente este tipo de dulces en su haber pero a través de la red podemos encontrar fantásticas páginas, como la de Rincón del Segura, de quienes me declaro fan, de ellos y de sus galletas de trigo sarraceno, que me encantan.

Es posible que cuando alguien las pruebe por primera vez piense que no están tan buenas como esas del supermercado llenas de chocolate, y lo entiendo, porque no es a lo que estamos acostumbrados. Es como cuando empiezas a beber cerveza, el primer sorbo te resulta amargo y normalmente decepciona pero poco a poco le vas encontrando el gusto y al final acaba siendo una maravilla ¿verdad? Pues esto es lo mismo, si tomas este tipo de dulce olvidando que existe cualquier otro y le das una oportunidad en el tiempo, al final te parecerán una maravilla.

Hay quien piensa que si tiene que esforzarse para que le gusten estos dulces es que no merecen la pena pero no sabe lo equivocado que está. Y es que cuando nacemos nuestro “gusto”, nuestra percepción del sabor no está alterado pero conforme nos acostumbramos a estos ultraprocesados, llenos de potenciadores del sabor y azúcar, llegamos a un punto en el que todo lo que no lleva ese potenciador nos parece que esta soso, sin sabor, aunque sí lo tengan, porque lo que ha pasado es que hemos educado nuestro paladar para agradecer ese dulzor extremo y debido a ello todo lo demás nos parece corcho.

En otras palabras, tenemos que reeducar nuestro paladar. Si lo conseguimos habremos ganado años de vida, os lo aseguro.

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