Nunca pensé que acabaría hablando de encías. Si me lo hubieras dicho hace unos años, me habría reído. Pero la verdad es que no le di importancia hasta que empecé a tener problemas. Sangrado al cepillarme, mal aliento constante, una especie de sensibilidad que no sabía de dónde venía… y, finalmente, una visita al dentista que me abrió los ojos.
No escribo esto para dar una lección médica ni nada por el estilo. Es simplemente para contar mi experiencia y lo que he aprendido después de pasar por el susto de casi perder piezas dentales. Lo escribo para cualquiera que esté como yo estuve: sin ni idea, sin prestar atención, y pensando que un cepillado rápido y un enjuague ya hacen el trabajo.
No, no lo hacen. Y más vale que te des cuenta ahora y no cuando ya tienes un problema serio en la boca.
¿Cuál es la función de las encías y por qué deberías prestarles atención?
Vamos a empezar por lo básico, que fue lo que yo no sabía. Las encías no son simplemente una parte rosita de la boca que está ahí para acompañar a los dientes. Son el tejido que protege y sostiene nuestros dientes. Una encía sana es como el soporte que mantiene todo en su sitio.
El problema es que, al contrario que un dolor de muelas o una caries, los problemas de encías no siempre duelen al principio. Y eso hace que la mayoría ni se dé cuenta de que tiene una enfermedad periodontal (sí, suena a palabra rara, pero es como se llama la enfermedad de las encías).
Yo, por ejemplo, pensaba que, si no me dolía, estaba bien. Solo sangraba un poco al lavarme los dientes. Nada grave, ¿no? Pues sí que lo era.
Primeros signos de que algo no va bien
Uno no se levanta un día y se encuentra con las encías destrozadas. Es algo progresivo. Lo malo es que como no duele mucho, lo vas dejando pasar. En mi caso, los síntomas fueron estos:
- Sangrado al cepillarme o usar hilo dental
- Mal aliento constante, aunque me lavara los dientes varias veces
- Encías inflamadas o rojizas
- Sensación de que los dientes estaban más largos (las encías se habían retraído)
- Ligera movilidad en un par de dientes
Cuando vi que los dientes se movían, me asusté. Ahí fue cuando pedí cita con el dentista. Y sí, tenía gingivitis, que ya estaba evolucionando hacia periodontitis. Básicamente, tenía una infección en las encías que, si no se trataba, me iba a hacer perder varios dientes.
La gingivitis no es poca cosa y es más común de lo que creemos
El diagnóstico fue claro: tenía gingivitis, que es la fase inicial de la enfermedad periodontal. Me explicaron que es una inflamación de las encías causada por la acumulación de placa bacteriana. ¿Y por qué se acumula? Porque no me estaba cepillando bien, ni lo suficiente, ni usando hilo dental. Tampoco había ido a hacerme limpiezas profesionales en años.
Lo fuerte es que, según me dijeron, la gingivitis afecta a más de la mitad de los adultos. Lo que pasa es que muchos no lo saben o no hacen nada porque no duele. Y como no molesta, se deja pasar. A veces ni siquiera hay sangrado al principio, solo una leve inflamación o un poco de mal aliento, cosas que uno tiende a ignorar. El problema es que, si no se trata a tiempo, avanza y se convierte en periodontitis, que es cuando ya hay daño real en el hueso que sostiene los dientes. Y ahí sí que empieza lo serio: dientes que se aflojan, encías que retroceden, tratamientos más agresivos, y mucho más difícil y caro de solucionar.
Lo que hice para recuperar la salud de mis encías
Después del susto, me puse las pilas. Me mandaron un tratamiento de limpieza profunda llamado curetaje, que básicamente es una limpieza más intensa, por debajo de la línea de las encías. No es lo más cómodo del mundo, pero es totalmente necesario si ya tienes la encía afectada.
Más allá de eso, cambié por completo mis hábitos de higiene. Esto fue lo que empecé a hacer:
Cepillado adecuado y con la técnica correcta
Antes me cepillaba rápido y sin pensar. Ahora me cepillo al menos dos veces al día, durante dos minutos, con un cepillo de cerdas suaves. También aprendí a no cepillar como si estuviera lijando una pared, sino con movimientos suaves y circulares, especialmente en la zona donde el diente se une con la encía.
Uso de hilo dental diario
Sí, da pereza. Pero ahora lo uso cada noche, sin excusas. Es la única forma de eliminar la placa que se mete entre los dientes, donde el cepillo no llega.
Enjuague bucal específico
Me recomendaron uno sin alcohol y con clorhexidina al principio del tratamiento. Después, pasé a uno más suave para uso diario. El enjuague no sustituye al cepillado, pero ayuda.
Visitas regulares al dentista
Ya no me espero a tener un problema. Voy cada seis meses a revisión y a hacerme limpiezas profesionales. Es la única manera de mantener todo bajo control.
Por qué cuidar tus encías es más importante de lo que parece
Porque las encías están directamente relacionadas con nuestra salud general. Esto fue lo que más me impactó: hay estudios que relacionan la enfermedad periodontal con problemas como diabetes, enfermedades cardiovasculares, e incluso partos prematuros en mujeres embarazadas.
También me explicaron que cuando las bacterias de las encías entran en el torrente sanguíneo (porque hay sangrado frecuente), pueden generar inflamación en otras partes del cuerpo. O sea, no es solo un tema de la boca, es mucho más amplio de lo que imaginaba. De hecho, me sorprendió saber que hay médicos que ya tienen en cuenta la salud bucodental cuando tratan enfermedades crónicas. Tiene sentido: si tienes una infección constante en la boca, tu cuerpo está peleando con eso todo el tiempo. Y eso, a la larga, pasa factura.
Mitos que me creí y que me costaron caro
Mientras aprendía sobre todo esto, me di cuenta de que había un montón de mitos que yo mismo creía:
- “Si sangra, será porque me he cepillado fuerte”
No. Si sangra, lo más probable es que tengas las encías inflamadas. Y eso no es normal. - “Me lavo los dientes todos los días, estoy bien”
El problema no es solo lavarse, sino cómo lo haces. Un cepillado mal hecho no sirve de nada. - “El mal aliento se quita con chicles o enjuague”
El mal aliento persistente suele venir de problemas en las encías, no del estómago ni de lo que comiste. - “Como no tengo caries, estoy sano”
Error. Puedes no tener una sola caries y tener una enfermedad periodontal avanzada.
¿Y si ya tienes periodontitis?
No te asustes. Lo importante es detectarla y tratarla a tiempo. La periodontitis es más seria porque ya implica pérdida de hueso, pero hay tratamientos específicos. Si vas al dentista y sigues sus indicaciones, puedes frenar la enfermedad y mantener tus dientes sanos durante muchos años.
Eso sí, es algo que vas a tener que controlar el resto de tu vida. Yo ahora tengo que hacerme limpiezas cada 4 meses, porque ya estoy dentro de un protocolo de mantenimiento. También tengo que ser muy constante con la higiene diaria, sin excusas. No vale con “me cepillo rápido y ya está”, hay que hacerlo bien cada día. Al principio cuesta cambiar de hábitos, pero una vez te acostumbras, ya forma parte de tu rutina. Y sinceramente, prefiero eso a estar pendiente de si voy a perder un diente en cualquier momento. Vale la pena. Después de todo, quiero conservar mis dientes hasta viejo.
Lo que todos debemos tener claro de una vez
Mirando atrás, hay varias cosas que me habría gustado saber desde joven. Por eso, os dejo estas indicaciones de la Clínica Dental Garriga, que lleva desde 1967 cuidando de la salud bucal de sus pacientes en Barcelona, para que tú no tengas que pasar por lo mismo que yo.
- Las encías no son secundarias. Son tan importantes como los dientes.
- La prevención es mucho más barata (y menos dolorosa) que el tratamiento.
- El hilo dental debería ser parte obligatoria de la rutina diaria.
- Las visitas al dentista no son solo para cuando te duele algo.
- El mal aliento no se soluciona con caramelos.
Tus encías también hablan, solo hay que escucharlas
Si has llegado hasta aquí, gracias. Espero que esto te sirva, aunque sea para que mires tus encías con otros ojos. No hace falta obsesionarse, pero sí ser consciente. Porque cuidar tus encías no es solo un tema de higiene, es una parte fundamental de tu salud.
Yo aprendí a cuidar las mías tarde, pero no demasiado tarde. Aún estoy a tiempo de mantener una boca sana y, sinceramente, ahora disfruto más de comer, hablar y sonreír. Todo eso, que parece tan normal, empieza por tener unas encías fuertes.
Así que hazme caso: mírate al espejo, revisa tus encías, y empieza a cuidarlas hoy. De verdad, te lo vas a agradecer dentro de unos años.