Cuando pensamos en ciertas profesiones, como la de médico o la de profesor, nos resulta fácil imaginar qué tipo de sentimientos experimentan cada uno de estos profesionales ¿verdad? Por un lado, el médico tiende a sentir satisfacción cuando sus pacientes mejoran, y tristeza y frustración cuando no. Por otro, el profesor siente admiración cuando sus alumnos le superan y desilusión cuando éstos no sienten interés por aquello que él les está enseñando. Sin embargo, las profesiones que emergen de las ramas artísticas hacen experimentar a quien las desempeña una serie de emociones diferentes con cada trabajo, como ocurre con los fotógrafos.
Tras muchos años dedicados a la fotografía, he de decir que éste trabajo es uno de los que más emociones diferentes me ha hecho sentir con cada encargo, ya que no puedes pensar “trabajo con niños, siento ternura a cada rato” o “me siento romántica cuando hago sesiones de pareja” ¡porque cada alma y cada situación, es diferente! Y precisamente de eso trata este trabajo; de captar momentos y sensaciones únicos para que queden inmortalizados para siempre.
Las fotos revelan detalles que no vemos a simple vista, como la esencia de cada persona que menciona la fotógrafa Ana Galán, y ahí es donde radica la verdadera magia de la fotografía.
Sentimientos a flor de piel.
Hoy día la fotografía como tal está al alcance de muchas personas, ya que la tecnología ha avanzado tanto, que ahora puedes obtener fotos de gran calidad con tu móvil sin tener que comprarte una cámara réflex. Desafortunadamente, este tipo de avances está desvalorizando el oficio de fotógrafo, ya que la mayoría de las personas piensan que todos podemos hacer una buena foto con el móvil adecuado, pero ¿es esto cierto? ¿Acaso sólo se necesita un buen móvil, y unos conocimientos técnicos básicos para hacer buenas fotos? Mi opinión es que no.
Para ser un buen fotógrafo se necesita tener pasión en tu trabajo, y esto sin duda, se traduce como el hecho de sentir tantas cosas a la vez, que ni siquiera nosotros podríamos describir un solo sentimiento para este trabajo.
Por ejemplo, una de las primeras cosas que siente un fotógrafo es la prisa ¡en serio! Cuando estás intentando capturar una sonrisa de un pequeño bebé que pronto crecerá, sientes que te faltan cámaras apuntando a cada rincón para poder captarla.
La prisa es una de las sensaciones más comunes que sentimos, y aunque puede que nos saque un poco de quicio, también nos ayuda a estar más atentos a la hora de captar momentos únicos que nada tienen que ver con una pose forzada. Y es que, sin duda, una de las principales características que debe tener un fotógrafo, es que debe estar atento a todo para poder inmortalizar momentos únicos y mágicos en lugar de intentar captar una pose quieta y forzada por parte de los modelos, ya que ¿Qué hay mejor, que una pose natural y espontánea? ¡Es la que mejor representa a las personas!
Otro sentimiento común en los fotógrafos es el sentimiento de amor por parte de su trabajo. Cuando fotografiamos escenas de amor, en las que una pareja se mira mientras se dicen algo durante su boda, o cuando una madre hace reír a su bebé, sentimos que hemos logrado lo que nadie más puede: inmortalizar el sentimiento de amor que esas personas están compartiendo entre ellas en ese justo momento.
Por otro lado, la frustración por lograr la foto perfecta es otro sentimiento recurrente, sobre todo cuando los modelos no muestran su interés en participar en dicha sesión de fotos (como suele ocurrir con algunos niños pequeños).
Una de las claves para ser un buen fotógrafo es que debe saber interactuar con sus modelos durante las sesiones, en lugar de quedarse quieto pidiendo poses forzadas a cada una de las personas que desea fotografiar (ya que esto puede hacer que los modelos se sientan aún más nerviosos de lo que ya están). Por supuesto, hay casos en los que algunos fotógrafos presumen de estar especializados en fotografía infantil o de pareja ya que saben perfectamente cómo conseguir que éstos se relajen para conseguir la foto perfecta, pero por lo general, estemos especializados o no, debemos saber interactuar con el cliente en todo momento.
Con todo esto, es importante que entendamos que no siempre existe una relación directa entre la foto que queremos sacar y la que acabemos haciendo, ya que, aunque pueda parecernos que el empleo de fotógrafo es meramente técnico, lo cierto es que las emociones y la intención de cada componente de la escena juega el papel principal.
En resumen:
- Si hay una mala iluminación, siempre podemos usar un foco.
- Si el sujeto se mueve mucho (como un bebé) siempre podemos subir la velocidad de obturación.
- Si queremos destacar una escena, sólo debemos conseguir más profundidad de campo (desenfocando más el fondo) y usar un encuadre más adecuado.
¡Todo esto tiene solución! Pero lo que no podemos solucionar es una mala cara, una mala relación o una pose forzada, y por esto mismo, a veces los fotógrafos nos sentimos muy frustrados ¡porque no podemos sacar esa foto tan bonita sin la participación de los modelos!
Pero no todo es malo. Un fotógrafo también siente mucha admiración hacia sus fotos cuando edita. Créeme, el momento de la edición es uno de los más mágicos, cuando estás en casa solo con tus fotos, y todo depende de ti. Puedes hacer verdadera magia visual alterando valores como la exposición, la temperatura o el color, y lo mejor de todo es ver cómo el antes y el después ha transformado una foto común, en la foto de boda más bonita de toda la sesión.
De esta forma, la sensación de admiración y de satisfacción al entregar el trabajo es una de las mejores que siente un fotógrafo. Y es que, aunque nos sintamos a veces frustrados, acelerados y preocupados, la ilusión y el esfuerzo que ponemos en cada sesión al iniciarla y al terminarla es la verdadera forma de encontrar el arte en este oficio; sentir toda esta paleta de emociones con cada cliente sin duda no tiene precio ¡es un trabajo único y especial!