Dicen que no valoras lo que tienes hasta que lo pierdes. Y en mi caso fue casi así. Digo casi porque afortunadamente me di cuenta de lo que estaba pasando. Yo era la típica persona que solo vivía para su trabajo y para su dinero. No podía salir de fiesta con mis amigos porque al día siguiente tenía que trabajar. Si era sábado pues ya me llevaba yo el trabajo para casa.
Era el típico que estaba que llegaba el primero al trabajo y se iba el último. Que si había que hacer horas extras no protestaba, que si el jefe necesitaba algo el día de Nochebuena a mi no me importaba dejar lo que estaba haciendo e irme. Así es como fui perdiendo amistades, como mi distancié de mi familia y como me convertí en un ser triste, consumido y enfadado con el mundo. Porque para mí, mi mundo era trabajar. Por supuesto no pensaba en tener novia, ni familia ni hijos. Y mira que mis amigos pusieron de su parte, recuerdo que creaban grupos de WhatsApp y yo me iba. Y es que mi móvil era solo para cuestiones laborales.
Mi afán por el dinero era tremendo. Hasta el punto de que tenía un piso heredado de mis padres y lo veía como un negocio. Lo tenía alquilado pero el típico casero pesado, cansino que no dejaba ni vivir a los inquilinos. Recuerdo que todos los primeros de mes ya estaba mirando en la cuenta corriente a ver si me habían pagado. Siempre estaba atento a qué pasaba en el barrio por si podía subir la cuota. Un año, pusieron un Mercadona al lado de mi piso y pensé que con eso se revalorizaba la zona, por lo tanto le subí a mi inquilino el precio.
Malviviendo
La verdad es que no era consciente de la vida que estaba malviviendo. Mi obsesión por el trabajo y por el dinero era enfermizo. Y no me servía para nada porque no podía ni disfrutarlo, no me iba de vacaciones porque pensaba que me podía salir cualquier trabajo o simplemente porque pensaba que los inquilinos de mi piso podrían hacer algo malo en la casa. Hasta que un día, no sé si decir gracias a Dios o yo qué sé, pues vi la luz.
En este caso la luz que me llevaba al más allá. Un ataque al corazón que me dejó más del otro lado que de éste. Así es cómo comencé a ver la vida de otra manera. Hasta el hospital fue mi familia y amigos de los que hacía mucho tiempo que me había distanciado. Todo por el maldito dinero y el trabajo. Fue en ese momento cuando comprobé que estaba tirando mi carrera por la ventana. Era una persona amargada que no había visto lo bueno de la vida.
Así que decidí cogerme un año sabático de mi trabajo. La cara de mi jefe fue un poema. La verdad es que de momento no lo echo de menos. Pero he visto que mi estaba consumiendo. Hasta el punto de que ya no me preocupo ni de mi piso. Para esto contraté los servicios de Room Torent, una empresa que se dedicaba a gestionar los apartamentos de alquiler. Lo dejé todo en sus manos y ellos se ocupan de todo. Ya no me preocupa si pagan o no, si rompen algo o no, porque son ellos los que se encargan de todo.
Estudié un poco del tema y vi que yo era un workaholics, es decir de esos que son adictos al trabajar. Trabajar en exceso sin obligación explícita de ello no sólo es contraproducente para tu salud, sino que además esconde una auténtica adicción. Si tienes las mismos síntomas que yo, piensa que tienes un problema.
Disfruta de la vida
Desechad tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar. Esta frase es parte del legado del genial poeta español Federico García Lorca. Pone énfasis en la idea de no recrearnos en los pensamientos que nos alejen del bienestar. Ahora mismo ésta es la frase que resume mi vida. Mi vida ha cambiado por completo. Ahora salgo con mis amigos, disfruto de la vida, soy feliz, llevo una sonrisa por bandera. Hasta el punto de que casi casi tengo novia. Poco a poco, pero creo que lo voy a conseguir.